
La recuperación del sector inmobiliario durante el año pasado y el repunte esperado para 2022, con incrementos de precio de hasta el 6%, responde a la tendencia de la oferta y la demanda y no a una burbuja o un "mercado desconectado de la economía real o de las posibilidades financieras de los compradores", asegura Funcas, que sí espera otros riesgos para el mercado.
La Fundación estima que el giro de política monetaria debería restringir la demanda, a la vez que la oferta se expande, provocando una ralentización de los precios. El principal factor de vulnerabilidad, indica, no proviene de la posición financiera de las familias ni de la formación de una burbuja -algo que sí se aprecia en otros países- sino de los efectos macroeconómicos de un hipotético incremento de los tipos de interés, en un contexto incierto de inflación.
Al endeudarse a tipo fijo y gozar de perspectivas de empleo relativamente estables con respecto a épocas anteriores, los hogares están menos expuestos al encarecimiento de las hipotecas. Pero su demanda no tardará en debilitarse ante la perspectiva de un encarecimiento de las condiciones de financiación. En suma, puntualiza Funcas, no nos asomamos a un parón del mercado, pero sí a una moderación del ciclo alcista.
El dinamismo del mercado de vivienda es el resultado de tendencias de fondo en la oferta y la demanda, y no de un comportamiento exuberante de un mercado desconectado de la economía real o de las posibilidades financieras de los compradores. Como prueba de ello, tanto los precios como las transacciones se sitúan todavía muy por debajo de los niveles previos al estallido de la burbuja, y la nueva oferta se aleja aún más de esos niveles.